SUPERALIMENTOS: ¿MARKETING O REALIDAD?

Algarroba, açaí, cúrcuma, chlorella, chía, matcha, maca… seguro alguna vez en el último tiempo escuchaste nombrar o leíste en algún sitio estos productos definidos como superalimentos. Ingredientes, muchas veces milenarios, exóticos y poco conocidos por la mayoría de las personas y, que en general, son semillas, frutos o productos disecados. Pero la pregunta es: ¿Son realmente superalimentos? ¿Tienen beneficios para la salud? ¿Está bien empleado este término o es simplemente una estrategia de marketing? Según explica Silvina Tasat, licenciada en Nutrición (MN 1495) y vocal titular de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN.), no hay superalimentos, lo que hay son alimentos con mejor o peor perfil nutricional dentro de los nutrientes que pueden contener cada alimento. “Por ejemplo, la cúrcuma es un ingrediente que tiene supuestamente propiedades antinflamatorias, pero como se usa tan poquito porque se emplea generalmente como un condimento, la verdad que hablar de superpoderes de la cúrcuma es bastante difícil. Su consumo es en muy pequeñas cantidades y eso pasa en muchos otros casos de los ingredientes definidos como superalimentos”, ejemplifica para que podamos darnos cuenta de que no es algo habitual en nuestra dieta diaria. Y agrega enfáticamente: “el término superalimentos es un término que se puso de moda porque vende mucho más determinados productos. Dentro de los alimentos no existen ni ángeles ni demonios; ni superalimentos ni veneno. Lo que sí es cierto es que la naturaleza nos brinda distintos alimentos y la industria nos puede brindar otros productos alimenticios que uno se acostumbró a consumir a través de la vida”.

EL CAMINO SALUDABLE
Como explica Tasat la clave de una alimentación saludable no reside en un solo alimento “mágico” o un “superalimento”, sino en llevar adelante una alimentación que contemple todos los grupos de alimentos que existen: lácteos –fundamentalmente los descremados– (leche, yogur y quesos), los huevos, las carnes de todo tipo (se recomiendan que sean magras), las frutas y las verduras (que son fuente de vitaminas, minerales, de fibras y de agua). “Otro grupo importante es el de los almidones que contempla todo lo que son granos, legumbres, pastas, harinas y cereales. La recomendación es consumir granos enteros con toda su cáscara y fibras, como puede ser un arroz yamaní en vez de un arroz blanco; también elegir los cereales integrales, harinas integrales y legumbres en distintas preparaciones. Y tratar de consumir en menor cantidad lo que son productos más elaborados como pizzas, empanadas, tartas, panes y los productos de panadería. Otro consejo es tratar de elegir los productos que son hechos con harinas integrales, semillas o con frutos secos porque tienen mayor cantidad de fibra y en la fibra además de encontrar vitaminas y minerales, encontramos las sustancias que son muy importantes para lo que llamamos nuestra microbiota intestinal (esos bichitos buenos que colonizan nuestro intestino). La clave está en comer variedad de nutrientes: comer de todo y no comer una dieta monótona y con pocos alimentos. Además, tomar 2 litros de agua al día y evitar todo lo que son las bebidas azucaradas o agregarles azúcar a las infusiones”, detalla.
Por último, la especialista recalca la importancia del consumo de frutas y verduras ya que son la fuente por excelencia de vitaminas, minerales, fibras y agua. En las guías alimenticias realizadas por el Ministerio de Salud de la Nación con asesoramiento de entidades expertas, se recomiendan ingerir 5 porciones al día de frutas y verduras, pero en las últimas encuestas se evidenció que a nivel general en la población no se llegan a consumir 2 porciones. “Lo importante es consumir esas 5 porciones al día que se pueden cubrir muy fácilmente comiendo 3 frutas al día y optando en el almuerzo y en la cena por alguna ensalada de vegetales o un vegetal grillado, hervido o al vapor. Como dije al comienzo, la cuestión es la variedad de nutrientes, la diversidad”, concluye.