Descubrí cuándo es el momento indicado para poner un límite.
En general, podemos establecer que nos cuesta decir no por culpa, miedo, inseguridad o temor a tener que dar explicaciones, a que nos insistan o dejen de querernos. Además, queremos ser “pata”, buena onda y como resultado vivimos en función de los demás, sobrecargados de tareas (ajenas y propias), agotados y corriendo una carrera sin fin. “Tenemos que tomarnos un minuto antes de responder y preguntarnos qué queremos, qué podemos, qué deseamos y qué otros compromisos se asumieron previamente. Así será más fácil orientarnos al sí o al no en nuestra respuesta”, explica Casey. Y agrega: “debemos aprender a no abarcar todo ni seguir a la perfección un modelo social de ‘todo lo puedo’. Decir que no en ocasiones nos posiciona en un lugar de límite genuino, de ubicarnos realmente en lo que sí podemos hoy y en lo que quizás podamos mañana”.
¿Cómo darnos cuenta que el momento de poner un freno llegó? Según explica la especialista nuestras propias emociones son el mejor termómetro. Si después un ‘sí’ o muchos ‘sís’, sentimos enojo, resentimiento, cansancio, hartazgo, tensión o estrés, probablemente hubiéramos querido decir ‘no’ y automáticamente por hábito aprendido dijimos ‘sí’.
DECIR “NO” EN EL TRABAJO
Los límites son inherentes a todo vínculo y el laboral no escapa a la regla. Es necesario, a veces, poner límites a pares, colaboradores y hasta jefes. “Encontrar el buen modo, la comunicación asertiva, la correcta argumentación y el manejo de las emociones es central para que ‘el cómo’ de la comunicación sea el adecuado para lograr un límite que no traiga consecuencias negativas”, explica Casey.
Si no ponemos límites pueden surgir varios problemas como sobreexigirnos más de lo necesario, perder concentración, extender la jornada laboral y sentir agotamiento físico y mental como consecuencia. Un empleado que no sabe poner límites podría incluso no poder responder a los pedidos con eficacia. ¿Cómo? Por ejemplo, al no haber anticipado que un determinado tema no domina o que no podrá quedarse 3 horas más de su jornada laboral. Esto, a su vez, trae consecuencias en la relación con el jefe al producirse un desfasaje de expectativas.
En síntesis, cualquiera sea el ámbito o el vínculo que tengamos con la persona que nos pide cosas continuamente debemos aprender a decir el temido no. Esto es beneficioso porque nos da la posibilidad ejercer la libertad de elegir, de no sobrepasar nuestros propios límites y así dar lo mejor dentro de nuestras posibilidades. “Cuando decimos que si a todo, no solo finalmente no podremos cumplir, sino que, en el intento de ser súper personas, empleados, amigos, etc., nos estaremos a veces engañando y siendo poco honestos con nosotros mismos. No hay que perderse la oportunidad de preguntarnos qué queremos, qué podemos y con qué recursos contamos para ofrecer ayuda hoy. Decir siempre que sí nos lleva también a pasar por alto las emociones asociadas que tarde o temprano pasarán factura en la salud física o psíquica”, concluye Casey.
El momento es ahora. No esperemos a sentirnos usados por los demás, agobiados o sobrecargados de tareas, para decir “no”. Empecemos la construcción del ‘no’ hoy.