Cómo corrernos de la queja y vivir mejor.
A todos se nos vino alguien a la cabeza, seguro. O incluso podemos sentirnos reflejados en esa reflexión. ¿Sabías que la gran mayoría de las personas nos quejamos en promedio entre 15 y 20 veces al día? ¿Por qué? ¿Qué nos pasa a las personas con la queja? ¿Qué encontramos en ella que nos atrapa? “La queja es un enunciado que por un lado da cuenta de cómo percibimos el mundo, y por otro, a quienes les atribuyo la responsabilidad por lo que me ocurre con la esperanza que el oyente me comprenda y se solidarice con mi padecimiento. Es un pedido de empatía que también muestra la diferencia entre lo que creo que debe ocurrir y lo que efectivamente ocurre. O sea que también hay un problema relativo a las expectativas y el funcionamiento social. Por ejemplo, me quejo de los transportes que nunca llegan a tiempo, o de las personas que no se dan cuenta de todos los esfuerzos que hago para acompañarlos. Inevitablemente esto acarrea decepción y frustración, que si transcurre durante demasiado tiempo lleva a la depresión y al aislamiento de la persona o que los otros se alejen”, explica Petrollini.
DESASNANDO LA QUEJA
En un primer momento la queja puede servir como desahogo, es una manifestación de las emociones. El problema se da cuando se produce una reiteración y la imposibilidad de cambiar las situaciones que nos hacen sentir mal, al punto de sentirlas como un destino inexorable. Dicho esto, Petrollini aclara que no es lo mismo alguien que dice: “No tengo suerte con las parejas, siempre me dejan, no sé por qué pasa esto si yo hago todo bien y siempre estoy para ellas”. A que alguien diga: “no tengo suerte con las parejas, siempre las cuido, estoy… me cansé, quiero cambiar” o preguntarse: “Ya me pasó muchas veces, ¿hay algo que tengo qué cambiar?”. “Esta es la diferencia entre la queja solo por el goce de la queja sin pregunta, a la queja como posibilidad”, asegura.
¿Entonces, por qué nos quejamos tanto? Como dijimos recién, la respuesta puede estar en el goce de la queja. Un goce que tiene el beneficio de que la causa de lo que ocurre no está en mí, por lo tanto, no hay posibilidad de cambiar la situación.
“En principio hay que aclarar que no toda persona se queja en forma constante. Algunos pueden adoptar una actitud resiliente frente a la adversidad y adaptar las expectativas a la realidad del mundo, por ejemplo, en estos tiempos que atravesamos una pandemia aceptar el distanciamiento, los cambios laborales, etc. Otros frente a la misma adversidad (o aún menos graves) frente a la desilusión solo disponen de la reiteración de la queja. Lamentablemente la queja provoca efectos negativos porque insisten en la misma conducta, gastan energía psíquica, retroalimentan un estado emocional negativo y pueden terminar alejando a las personas del entorno”, explica Petrollini.
¿CÓMO CAMBIAR DE ACTITUD?
Petrollini aconseja…
-Tratar de identificar la queja, porque no es lo mismo hablar sobre un malestar para recibir ayuda a quejarse para ser escuchado.
-Pedir ayuda favorece la interacción y colaboración, la queja lo anula.
-Quejarse es encontrar fallas constantemente, la sabiduría es encontrar soluciones.
-Preguntarse si hay responsabilidad en lo que ocurre y cómo modificarlo.
-Actuar: es decir salir de la frustración y el enojo para realizar acciones que cambien el presente y mejoren el futuro.
-Aceptar lo que no se puede cambiar para encontrar alternativas distintas y más saludables.
-La queja nos mantiene en el pasado. ¿Quién podrías ser si dejaras de lado la queja?