¿De qué se trata? ¿Por qué la sentimos?
LO QUE SE ANHELA Y LO QUE OCURRE
A medida que crecemos se va comprendiendo que hay una causa y una diferencia entre lo que se anhela y lo que ocurre. Y con el paso del tiempo esto se complejiza y entrecruza con los ideales y exigencias que cada persona lleva y con los de la sociedad en la que vive. Como explica Petrollini, no es lo mismo esperar terminar la universidad y conseguir un trabajo inmediatamente, tener una pareja, independizarse, formar una familia… todo en un tiempo y un modo específico y rígido. Que, por ejemplo, permitirse la posibilidad de reevaluar cambios laborales, de carrera, de vocación y así poder tomar tiempo para repensar metas. “Se trata de no sancionar los cambios y escollos como fracasos personales que nos llevarán a padecer ansiedad, decepción, tristeza, ira, sino incorporarlos como parte de los acontecimientos de la vida” argumenta.
Por eso, es importante que toda persona pueda tener un nivel de tolerancia a la frustración. No estamos hablando de resignarnos, tampoco de abandonar proyectos, sino de intentar repensar, reevaluar lo que está ocurriendo, darnos el tiempo necesario para no responder en forma rígida o apresurada o desmotivarnos. “Los obstáculos se presentan y la frustración puede ser reconocida y trabajada”, asegura.
FRUSTRACIÓN LABORAL
El no reconocimiento en el ámbito de los trabajos está relacionado a la frustración que sienten muchos empleados en sus entornos laborales. Según una encuesta realizada por Randstad, líder global en Recursos Humanos, el 26% de los consultados aseguró sentirse poco valorado por sus jefes y un 15% aseguró no haberse sentido valorado nunca por su superior directo. Como explica Petrollini, en el caso en que la frustración sobreviene, por ejemplo, por falta de reconocimiento laboral, aparecen sentimientos como enojos, divisiones y estado de impotencia que pueden afectar tanto a la persona como al sector involucrado. Allí es necesario poder escuchar qué le ocurre a la persona y al grupo de trabajo, identificar las expectativas y obstáculos. Además, revisar si la perspectiva está acorde con los proyectos y rediseñar nuevas formas para realizar las tareas. Del mismo modo también es útil mencionar y destacar los objetivos intermedios que se hayan alcanzado.
“En definitiva, se trata de distinguir que la realidad tiene su propio curso porque no ha prometido algo en particular y que nosotros podemos no quedarnos fijados en lo que no ocurre. Para eso, hay que volver a evaluar y dimensionar los acontecimientos como nuevas oportunidades, tal como la palabra significa: llevar a buen puerto o hacia nuevos puertos”, concluye.