En el último mes del calendario solemos proyectar el próximo año. ¿Es lo más adecuado?
Este ejercicio de resignificar el año calendario nos va a permitir desarrollar mejor nuestra planificación de metas y objetivos. Podemos planificar continuamente: en enero, febrero o cuándo lo consideremos. La clave es que la planificación sea real y no sobrecargarnos con metas imposibles. “Planificar es un acto cognitivo, luego la acción y la experiencia nos pueden hacer recalcular eso que pensamos. Y esta actitud de flexibilidad se relaciona con estar atentos al camino y a nosotros mismos,” argumenta Casey. Y agrega: “debemos desarrollar el hábito de planificar. Organizarse es una competencia que podemos trabajar y pulir. Se trata de poner en práctica la revisión de objetivos y metas, y traducirlas en estrategias y planes de acción. Monitorear, hacer seguimiento de dichas acciones, y observar y reflexionar sobre los resultados para ajustar las nuevas metas y planes. Esto lleva tiempo y una energía diferente a actuar en piloto automático”.
REAL, POSIBLE Y SIN ESTRÉS
Lo primero que aclara la especialista es que las metas deben ser puestas pensando en nosotros mismos, en lo que deseamos, en las posibilidades que observamos y a la luz de las experiencias presentes y pasadas, basados en el autoconocimiento. Por ejemplo, si terminamos el año frustrados porque lo que nos propusimos hace un año no lo pudimos lograr, probablemente esa meta fue muy alta o no hubo pasos intermedios. Esto a su vez puede desanimarnos y no querer volver a intentar por miedo a volver a fracasar. “La clave está en metas cortas, alcanzables y medibles. También en encontrar métodos de monitoreo y seguimiento de los pasos que damos, identificando obstáculos que nos impiden avanzar. Esto requiere una mirada interior y autocrítica, pero también compasiva, criteriosa y sincera. Si nos ponemos metas pequeñas, las alcanzamos con cierto esfuerzo, y nos damos el tiempo para observar y disfrutar de los logros. Luego podemos continuar con el siguiente paso. Es importante estar atentos a los cambios de rumbo necesarios en el camino”, explica la especialista.
Planificar implica hacer planes y por eso es fundamental preguntarnos a dónde queremos llegar. Hay que planear los pasos, enumerar ideas, jerarquizarlas y seleccionar en cuáles realmente nos interesa trabajar. Pensar la estrategia para cumplir esas metas y el camino por recorrer, haciendo seguimiento para corregir desvíos. Y debemos estar seguros que si planificamos y nos organizamos es mucho más probable que logremos nuestras metas que si solo nos dejamos arrastrar por la corriente.
Para finalizar Casey aconseja no hacer solo un balance anual sino uno periódico mensual que permita conseguir esas pequeñas metas y ajustar la brújula cada vez que sea necesario.
METAS CLARAS
La especialista sugiere hacernos ciertas preguntas a la hora de establecer nuestras metas:
- ¿Esto que nos proponemos nos interesa?
- ¿Qué beneficio nos reportará?
- ¿Qué esfuerzos y recursos se pondrán en juego? ¿Contamos con esos recursos (tiempo, dinero, contactos, etc.)? ¿Los podemos conseguir? ¿Cómo?
- ¿Qué obstáculos encontramos? ¿Qué podemos hacer para superarlos?
- ¿Que cambiará cuando hayamos logrado la meta?
- ¿Esto que nos proponemos interfiere con otros planes, afecta otras esferas de nuestra vida? ¿Estamos dispuestos a afrontarlo?