Cómo bajar decibeles y aprender a decir “no” para evitar correr sin llegar a ningún lado.
Pero a no desesperarnos, podemos desarmar este encadenamiento de obligaciones en continuo. ¿Cómo? Aceptando que algo vamos a perder; que se trata de perder algo para no perder todo. Es clave poder diferenciar lo urgente de lo necesario, lo que efectivamente queremos hacer de lo que nos piden. “Animarse a transitar de la frustración a la flexibilidad y así poder elegir lo que hacemos para no ser elegidos en actividades o lugares en los que no queremos estar”, explica Petrollini.
UN CONTEXTO QUE NO COLABORA
Hay que mencionar, por supuesto, que este tiempo de pandemia y distancia social, más el cansancio respecto de los cuidados están dejando una marca en la sociedad, en todos los grupos etarios. Por ejemplo, según cuenta la especialista, en los jóvenes se escucha con frecuencia ese intento de recuperar el tiempo perdido asistiendo a cuanto encuentro puedan de cualquier modo. “Por segunda vez (desde el inicio de la pandemia) llegamos a diciembre. Esperanzas y frustraciones combaten entre ellas, exigencias y urgencias, cansancio versus descanso. Llega el momento en que es necesario poder hacer un corte en el que aceptemos que el mundo tiene reglas y variables que no dependen exclusivamente de nosotros. Incorporar flexibilidad para poder pensar que no todo tiene el mismo nivel de urgencia y que no es necesario renunciar a lo que somos por lo que esperamos ser por cumplir mandatos”, argumenta Petrollini.
UN ESCENARIO ¡EN EL CUAL NOS MOVEMOS!
William Shakespeare dijo: “El mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres son solamente actores”. ¿Qué significa que el mundo es un escenario y nosotros solo actuamos en él? Según explica Petrollini nos liberaría, en gran medida, el peso de la vida si aceptamos que no todo depende de nosotros, que no todo tiene la misma gravedad o urgencia y que poder pararse a cuestionar si estamos bien con las exigencias cotidianas es sumamente saludable. Sin embargo, la especialista reconoce que esto no es tan fácil porque desde los primeros momentos de nuestra vida adaptamos necesidades y deseos a lo que creemos que se espera de nosotros y nos esforzamos en cumplirlo. “Es así el desarrollo normal de toda persona, por lo que es consecuente que si no logramos satisfacer estos ideales nos frustramos e inevitablemente sobrevendrá un incremento de ansiedad, estrés o depresión que irán dominando la vida”, concluye.
Este fin de año saquemos el pie del acelerador para poder disfrutar de lo que tengamos ganas y no vayamos a todos lados solo por el hecho de estar. Hay una frase que dice “Menos es más” y en diciembre esa ecuación tiene mucho de verdad.