Se puede lograr todo a un ritmo más tranquilo.
¿POR QUÉ TENEMOS PRISA?
Desde el sitio Psychology Today aseguran que las prisas que solemos tener para saltar de una tarea a otra están asociadas principalmente a casusas como las expectativas y normas sociales. En varias sociedades de esta época, como puede ser la de Estados Unidos, estar continuamente ocupado está visto como un signo de productividad y estatus y eso hace que llenemos nuestras agendas para estar siempre ocupados. También a la importancia personal que se le da a la prisa: hay personas que ven las prisas como un medio para validar la importancia personal. Otra causa es la falta de priorización ya que, en ocasiones, juzgamos mal el valor y la tarea (en la importancia de nuestras listas de tareas) y no la priorizamos. Esto nos lleva a actuar como si fueran urgencias, cuando no lo son. Además, está la procrastinación que en este caso sería dedicar nuestro tiempo a tareas triviales y retrasar las tareas esenciales hasta último momento. Finalmente, otro punto significativo es la impaciencia. Cuando no tenemos paciencia para realizar nuestras tarreas nos apresuramos para terminarlas lo antes posible.
CÓMO BAJAR EL RITMO
Los especialistas de Psychology Today comparten algunas ideas para apresurarnos menos y lograr nuestros objetivos:
- Priorizar. No todas nuestras tareas pendientes son una emergencia. Es fundamental determinar qué tareas deben completarse en un lapso breve y concentrar nuestra energía en completarlas.
- Manejar nuestro tiempo. La gestión del tiempo es un factor esencial para hacer todo en el lapso debido. Tener un calendario para planificar el día, semana y mes es muy útil para dividir los proyectos grandes y ajustarlos en diferentes etapas, y así evitar correr antes de la fecha límite.
- Conocer nuestras restricciones de tiempo. El día tiene 24 horas y muchas de ellas se las llevan el descanso nocturno y la vida familiar y social. Muchas veces no sabemos decir que “NO” y asumimos más tareas de las que podemos realizar. ¿Consecuencia? Nos apresurarnos. Aprendamos a decir “NO” y a poner los límites que sean necesarios.
- Ser conscientes y pacientes. Es difícil tener paciencia cuando lo único que queremos es lograr nuestras metas y tachar de nuestra lista de tareas todos los pendientes para conseguirlo. Practicar la atención plena (mindfulness) puede ayudarnos a comprender lo que sucede a nuestro alrededor y apreciar mejor todo el proceso.
- Reconsiderar las tareas recurrentes. Hay cosas que hacemos periódicamente como las tareas domésticas, las compras, etc. Es clave compartir este tipo de actividades con los otros miembros de la familia para no recargarnos. También es buena práctica repensar cuál es la frecuencia que necesitan las tareas específicas y tenerlas en el radar.
- Esperar lo inesperado. Por más plan que diseñemos tenemos que estar listos para imprevistos. ¿Cómo cuáles? Una emergencia médica de un hijo, tránsito camino al trabajo o a una reunión con un cliente. Dedicar un tiempo “adicional” a los elementos de la lista de tareas puede darnos aire ante imprevistos y no estresarnos ya que contamos con ese “gap” disponible.
- No realizar múltiples tareas. Nos vendieron que teníamos que ser “multitasking”, pero nuestros cerebros pueden procesar una cosa a la vez. Evitemos hacer muchas cosas al mismo tiempo.
- Desacelerar. Finalmente, tenemos que evaluar reducir la velocidad con la que hacemos las cosas para poder procesar toda la información que tenemos disponible al hacer cada tarea. Las decisiones apresuradas, nunca dan buenos resultados.
Fuente: Psychologytoday.com