Cómo encontrar el equilibrio.
En los últimos tiempos con el boom de la tecnología y las redes sociales –potenciado aún más por la pandemia– hemos sido invadidos por especialistas, gurús y todo tipo de profesionales que nos sugieren qué hacer, cómo hacerlo, qué comer, qué hábitos tener. Una lista de tareas que cumple una función casi antagónica a la que se pregona: en vez de sentirnos bien con nosotros, nos abrumamos de la cantidad de cosas que tenemos que hacer y no podemos cumplir. ¿Resultado? Estrés y frustración nos invaden.
EQUILIBRISTAS
Dormir 8 horas, hacer ejercicio, dejar las pantallas, optar por la meditación, consumir productos naturales, realizar ayuno, ser sustentables, minimizar el consumo de todo tipo, cuidar el jardín, hacer ‘grounding” (poque además necesitamos un diccionario para todos los términos nuevos que conlleva el bienestar), animarse a disciplinas nuevas, leer, hacer distintos tipos de yoga… una lista que parece alejarnos del equilibrio clave en la vida.
A esta altura del partido, ya todos sabemos que los pilares para estar bien de salud son dormir bien, tener una alimentación saludable, realizar ejercicio físico y realizar medicina preventiva cumpliendo con todos los chequeos. A eso cualquier cosa que queramos sumarle está bien, pero siempre y cuando no se convierta en un pesado mandato. Hay que vivir en equilibrio.
ESTAR BIEN
Bienestar encierra en su escritura dos simples y poderosas palabras: ‘ESTAR’ y ‘BIEN’. Entonces debemos hacernos una pregunta. ¿Qué nos hace estar bien a nosotros? Porque a todos no nos funciona lo mismo. Es más, la RAE deja 3 posibles definiciones:
- Conjunto de las cosas necesarias para vivir bien.
- Vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad.
- Estado de la persona en el que se le hace sensible el buen funcionamiento de su actividad somática y psíquica.
Por eso, vivir en bienestar tiene que ser un camino propio, sin presiones y con objetivos claros. Buscar aquellas herramientas que nos conduzcan a contrarrestar el peso de la vida y las obligaciones diarias. Poder bajar y recuperar. Sin tanto mandato, sin tanta planificación, sin tanta ‘intoxicación de información’. Siendo nosotros mismos. Siendo lo más felices que podamos ser, con lo que tengamos, con lo que seamos, con nuestros hábitos.
FIN A LAS EXIGENCIAS
Y, por último, entender que las exigencias nos las ponemos nosotros. No hagamos nada porque nos dicen que es lo que hay que hacer, porque es bueno para… En la búsqueda del equilibrio poner un freno a las exigencias externas es el mejor camino para vivir y estar bien a nuestro modo.