Claves para ponerle fin a la exigencia de la eterna perfección.
Descubrir qué nos impulsa a la perfección es la primera clave para empezar a ponerle fin a esta situación y comenzar a desarticular este tipo de situaciones. “Muchas personas se someten a esta exigencia de perfección y hacer todo bien, para ser aceptadas o amadas por los otros, creyendo falazmente que de ese modo lo van a lograr. Suele ocurrir lo contrario, son tan exigentes con ellos como con el entorno, que terminan siendo evitados”, detalla Rivadero. Y agrega que la historia particular de cada uno y cómo le fueron transmitidos los deberes, las exigencias y los ideales es lo que impulsa esta perfección. “Es necesario hacer la distinción entre deber de perfeccionismo e ideal de perfección, sabiendo que el ideal nunca se alcanza y en consecuencia conlleva imperfecciones”, explica.
MENOS PERFECTOS Y MÁS FELICES
El perfeccionismo nos pone trabas o dificultades para concretar un trabajo o una tarea y terminarlo. También nos complica en nuestras relaciones personales. Por eso es fundamental de a poco ir soltando las presiones y ese ideal imposible de conseguir. Aceptar que no todo es posible. Hacer espacio para nuestros defectos y entender que fallar no significa fracasar. De las fallas se aprende. “Debemos diferenciar ideal, de obligación o mandato y aceptar que lo posible es aquello que se puede hacer, tolerando las imperfecciones que puedan aparecer, y no transformar la exigencia de perfección en impotencia, que inhabilita a la acción concreta”, concluye la profesional.