Por qué hay que ser capaz de parar en un mundo que va a mil.
En su libro el autor refleja de manera clara cómo vivimos hoy, el rol de la tecnología, la cultura de la inmediatez y la velocidad y el tiempo que parece nunca alcanzarnos, y explica como recuperar el control y la gestión de nuestro tiempo pasa por diseñar nuestras propias pausas de forma consciente. “El tipo de trabajo que hacemos hoy y la naturaleza de los problemas que enfrentamos requieren de más pausas, no de menos”, asegura y reflexiona que las personas debemos ser capaces de parar en un mundo y una sociedad donde la idea de que velocidad es igual a productividad está tan extendida y es tan predominante que casi no somos conscientes de ello. Por eso, solemos asociar a la pausa con procrastinación y no con reflexión o sabiduría. “Las máquinas trabajan a velocidad constante. Cuanto más rápido mejor. Nuestro mundo está cada vez más diseñado por y para las máquinas. Pero lo que funciona bien para las máquinas no funciona bien para las personas. Nos estamos adaptando a las máquinas y nos regimos por sus mismos patrones: se juzga a las personas por lo rápido que responden, no por sus respuestas. Estar siempre disponible se convirtió en algo para alardear. Estar ocupado está muy bien visto. Hemos creado una floreciente industria de productividad personal y gestión del tiempo que premia a la eficiencia por encima de todo lo demás”, reflexiona en las páginas de su libro. En resumen, las personas nos acostumbraron a estar todo el tiempo tachando cosas de la lista de pendientes, y sin esa lista nos sentimos vacíos. ¡No podemos parar!
BENEFICIOS DE PAUSAR
Aunque suene paradójico vivimos en un estado de atención parcial porque se nos interrumpe todo el tiempo (aquí la tecnología es gran responsable) pero nunca hacemos una pausa nosotros de manera consciente. Porque lo queremos o lo necesitamos. Según plantea el autor estamos siempre ante falsas alternativas como rápido frente a lento o trabajo frente a vida. Y al enfrentarnos a estas falsas alternativas se nos escapa que hay otras opciones menos antagónicas y no prestamos atención al valor de la variación y la modulación. “Independientemente de lo que estemos haciendo o de la velocidad a la que nos movamos, siempre existe la posibilidad de hacer una pausa. Hacer pausas es parte de vivir y respirar. De hecho, entre respiración y respiración también hay una pausa”, argumenta.
Según Poynton, descansar no es el único propósito de parar. Asegura que en una pausa nos podemos cuestionar maneras de actuar, se nos pueden ocurrir nuevas ideas o sencillamente apreciar la vida que tenemos. También explica que si no paramos un momento a observarnos a nosotros mismos, cómo podremos analizar qué otras cosas podríamos hacer o en quién nos podríamos convertir; o cómo podremos escuchar lo que dice nuestro corazón.
Una vida sin pausas no es saludable: influye en cómo nos sentimos. Y si no paramos, la vida se va a encargar de parar y hacerlo y las consecuencias no siempre serán las mejores. “Además del costo en salud y cordura, está todo lo que nos perdemos en el camino. Si no nos detenemos, nos perdemos la vista o el camino que tomamos”, asegura y afirma que al empeñarnos a pasar de una tarea a otra podemos acabar siendo una lista de tareas pendientes. Perdiendo nuestro verdadero yo.
Es momento de empezar a encontrar esas pausas. Descubrir qué nos aportan y cómo las necesitamos. Ya sea una respiración hasta tomarse un año sabático. Nada tiene que ser extremo, pero si constante. Las pausas tienen que ser una forma de vida. Y siempre cabe recordar que no es una cuestión de tiempo, sino el valor que le demos a ese tiempo. No es lo mismo 1 minuto en la fila del supermercado que 1 minuto respirando. Está en cada uno de nosotros a qué hecho destinarle el tiempo.
FUENTE: Libro “Pausa: no eres una lista de tareas pendientes”, de Robert Poynton. Editorial Kōan Libros.