Cómo interpretar señales que la mente quiere callar.
Y hay que ir aún más allá para entender las dificultades que atravesamos para escuchar todos esos signos o señales que recibimos. Estos deben pasar otro filtro, que no es más ni menos que el de la conciencia, que es la encargada de determinar entre los estímulos del mundo interno y los del mundo externo cuáles serán aceptados, escuchados o rechazados. Y esto no es un proceso fácil, porque depende de qué evaluemos cómo adecuado o no, qué deseamos que ocurra de acuerdo con nuestro inconsciente y nuestra historia de vida para finalmente poder escuchar algo o no. Solo por citar algunos ejemplos: podemos percibir que tenemos hambre, pero puede ser ansiedad; podemos tener la respiración agitada, palpitaciones y estar ante una crisis de angustia y no ante un problema cardíaco; podemos estar en una reunión social y frente a ciertos comentarios pensar que están dirigidos a nosotros, o una persona cercana nos reclama algo y lo desestimamos totalmente… “Todo esto va determinando selectivamente qué podemos escuchar o no y conforma nuestra percepción de la realidad”, argumenta Petrollini y explica que el mecanismo de nuestra dificultad para escuchar las señales es el siguiente:
- Ante un estímulo/señal que no podemos o no queremos percibir intentamos no escucharlo.
- El hecho sigue ocurriendo y cada vez va requiriendo más energía para que no se presente e interfiera con nuestro equilibrio psíquico.
- Se va generando ansiedad, síntomas físicos o psíquicos que van restando energía a las actividades que debemos o queremos afrontar y aumento de estrés.
- El estrés produce signos que se podrán percibir o no y el cuerpo recibe esas señales: sube la presión arterial, colon irritable, asma bronquial, insomnio, incremento de dificultad para relacionarme con las personas, irritabilidad, etc.
¿A qué se deben estas imposibilidades de escuchar? “Es un mecanismo cuya finalidad es protegernos de lo inesperado, de temores, de todo aquello que resulte amenazante para nuestro equilibrio psíquico. Aun así, todos tenemos un pequeño margen de libertad para dar lugar a otros, a escuchar y pensar qué cambios son necesarios para mejorar la calidad de vida. Se trata de poder poner un corte a la actividad y disponer de tiempo de calidad para uno mismo y los otros. Es en ese tiempo que se podrá escuchar y percibir lo que en el correr cotidiano se va dejando de lado. Reflexionar sobre lo que se puede y quiera cambiar. Incorporar tiempo de meditación, para estar en contacto con el cuerpo y las sensaciones. En definitiva, tratar de estar presente ahí”, concluye.