Qué significa el encuentro con el otro en nuestra cultura.
Por otro lado, Álvarez asegura que compartir momentos también funciona como distensión, como una especie de distracción de lo rutinario del día a día. Una función de corte que a veces no resulta fácil hacer por la vorágine cotidiana o por la comodidad que instala la rutina. “El proyecto de una reunión funciona como organizador de los días y de la libido. El lazo al otro provoca una salida del propio narcisismo al disponernos al intercambio”, detalla.
QUÉ HACER HOY ANTE UN NUEVO ESCENARIO
En esta realidad el encuentro con el otro como lo tenías incorporado no es posible. Hay que resignificarlo y encontrarle la vuelta para seguir llenando ese espacio tan importante para nosotros. Y acá, Álvarez destaca algo muy importante: el solo hecho de compartir un espacio no garantiza que se produzca encuentro. Un encuentro implica algo más: una satisfacción como plus que se llevan las personas que forman parte del encuentro. Ese regocijo que se siente cuando se disfrutó de la experiencia. Por eso un encuentro puede durar horas, o tan solo unos minutos. Puede implicar una reunión presencial o darse en una videollamada, en un mensaje de texto o al compartir una película.
Hoy donde el distanciamiento social sigue siendo la medida más adecuada para evitar la propagación del virus debemos estar más atentos para disponernos al encuentro, forzando a veces esa primera barrera narcisista que nos deja en la comodidad de no hacer esfuerzos. “Cada persona encontrará sus posibilidades de acción, pero aprovechar los dispositivos virtuales en los modos y en los tiempos de cada uno, hacer de un paseo al aire libre un momento de intercambio o hacer llegar algún presente; son opciones que nos sacan del encierro no solo edilicio sino, sobre todo, subjetivo. Tener en el horizonte el encuentro cercano, el abrazo, el contacto estrecho, se hará más soportable si ubicamos un modo de estar con otros, con los recursos posibles de cada momento”, concluye.